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Para ser considerados los padres del moderno europop, llama la atención que los suecos ABBA jamás hayan querido reunirse.
En diciembre se cumplirán 30 años de su última actuación y –aunque en el intertanto hayan existido muchos relanzamientos, tributos, musicales e incluso una película basada en las canciones del cuarteto, no hay ni señales de que estos vuelvan a querer revivir sus años juveniles, cuando –después de sorprender como la revelación en el festival Euriovisión de 1974, comenzaron una carrera abundante en singles bailables y muy radiales.
El cerebro tras la banda era el dúo de Bjorn Ulvaeus y Benny Andersson, pero estos no habrían llegado muy lejos de no ser por las voces femeninas Agnetha Faltskog y Anni-Frid Lyngstad, la chica rubia y la morena, como las conocimos antes de aprendernos sus nombres.
Mucho se habló en los setentas de ABBA como el directo sucesor de los Beatles, al menos en éxito de ventas, pero –en la práctica- los suecos estaban patentando un nuevo estilo de pop, uno que generaría escuela en el new wave de los ochenta y en bandas nórdicas como A-ha, Roxette o Ace of Base.
¿Dónde estaba el secreto? En las melodías: cada canción de ABBA se nos queda en la memoria y no se va de ahí.