La investigación contó con una muestra de más de mil personas a las que se cambió su patrón alimentario, orientándolos a una dieta mediterránea con un alto consumo de frutas y verduras, legumbres y frutos secos, así como de cereales no refinados y pescado, con el aceite de oliva virgen como principal fuente de grasas.
El seguimiento durante tres años reveló que las personas tenían una mayor capacidad antioxidante en su organismo, lo que se asociaba a un menor peso.