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Nunca es bueno limpiarse los oídos por dentro. Y es que ellos se limpian naturalmente, a través del cerumen, que atrapa las partículas de polvo antes de que lleguen al tímpano. Esta cera protege la delicada piel del conducto auditivo y además repele el agua. Cuando se acumula, sale al exterior y se cae sola… por eso sólo hay que limpiar la oreja por fuera. Si tratas de limpiar por dentro, con agua o cotonitos, podrías incluso generar un tapón que te quitará la audición y te obligará a visitar al otorrino.