Comer carne puede disminuir el deseo sexual y trae problemas a la hora de eyacular. Por otro lado genera un desorden en las hormonas y problemas a la hora de ir a la cama.
El alcohol es una espada de doble filo: si bien ayuda a sacar personalidad, y aumenta el deseo sexual, a la hora de hacerlo puede jugar una mala pasada con los movimientos. Esto pasa porque el cuerpo no responde a las órdenes del cerebro. Cabe mencionar que el excesivo consumo de estas bebidas también disminuye la producción de testosterona.