En el parque Primorsky de Rusia era costumbre alimentar a un tigre siberiano con animales vivos. Estos eran dejados en la jaula del animal quien, preso del hambre, ya se había devorado a jabalíes y un perro.
Los cuidadores no dudaron en dejarle una cabra para que se la comieran. Pero el mamífero no quiso morir tan fácil y, apenas vio al tigre, corrió rápidamente hacia el. Este finalmente le perdonó la vida a la cabra y, para sorpresa de todos, también se hicieron amigos.