Durante más de una década, fue la protagonista ancla de diversas comedias románticas, pero una decisión que tomó en 2000 terminó con eso y mucho más.
Muchos dicen que pudo haber sido el exceso de cirugías, que transformaron su rostro, pero esa no fue la razón por la que Margaret Hyra, más conocida como Meg Ryan, cayó en desgracia.
En 1988, siete años después de su debut de la mano de «Ricas y famosas», era la estrella de moda, la chica que enamoraba desde la pantalla y que hasta las suegras querían de nuera, luego de su notable participación en «Cuando Harry conoció a Sally».
Después vino la insuperable inolvidable dupla con Tom Hanks que comenzó en 1990 con «Joe contra el volcán», para luego dar paso a dos de las mejores comedias románticas de la historia: «Sintonía de amor» (1993) y «Tienes un e-mail» (1988). Además, también se lució en «Quiero decirte que te amo» (1995).
Muchos la calificaron en ese entonces como la Doris Day de esta generación, pero qué sería de Hollywood si la vida privada de sus actores no fueran parte del entretenimiento.
En 1991, Meg se casó con el actor Dennis Quaid, con quien tuvo un hijo. Eso aumentó más su popularidad, pues ya no sólo era una buena mujer en las películas, también lo era en su vida privada al casarse y ser toda una madre de familia.
Sin embargo, el cambio de siglo derrumbó totalmente esa imagen, luego de filmar «Prueba de vida» (2000), junto a Russell Crowe. A nadie le importó lo que ocurría en la cinta, porque la historia importante ocurría detrás de escena: Meg Ryan tenía un romance con su compañero, mientras seguía casada con Quaid.
El engaño del año no sólo acabó con su matrimonio, sino que también destrozó su imagen, pues el esteriotipo de mujer de bien que cargaba en sus hombros, era parte del pasado. Al hundirse la imagen a la que todos la asociaban en la pantalla grande, ya no tenía la atención necesaria para que alguien quisiera incluirla en sus proyectos.
El encargado de analizar el quiebre en la vida de Meg Ryan, fue el periodista Guillermo Alonso en la revista Vanity Fair, quien sintetizó lo ocurrido de una brutal forma: «La sensación era que Meg Ryan no había engañado a su marido, sino a Estados Unidos. Traición a la patria. La novia de América teniendo relaciones con un australiano (sic, es neozelandés)».
En 2001, Meg intentó volver al género que la hizo famosa de la mano de «Kate and Leopold», pero de éxito tuvo poco. Lo que le siguió, tuvo aún menor trascendencia.
En 2015, debutó como directora de «Ithaca» y también se puso delante de las cámaras para compartir escenas con su hijo, Ryan Quad, y su eterno compañero, Tom Hanks. La película pasó desapercibida y la crítica no tuvo los mejores comentarios.
Así fue como la carrera de la actriz cada vez tomó menos relevancia, especialmente si se comparan sus éxitos antes y después de la infidelidad. Entre 1990 y 2000 filmó 17 películas; mientras que entre 2001 y 2016 sólo 10.
Fotos: Reproducción