Seguramente más de alguno le llamó la atención el título de esta nota: “Barack Obama es un extraterrestre”. Algo que a primera vista nadie creería, más aún en una época en que Internet ofrece un mar de información, donde se esperaría que las personas estén más y mejor informadas y no cayeran en este tipo de información falsa. Sin embargo, lo cierto es que en estos últimos años ha ocurrido todo lo contrario.
La gente cree más en las noticias falsas que en las verdaderas y las primeras se difunden más rápido que las segundas en las redes sociales. Así lo señala una investigación del Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT), que analizó 126.000 noticias desde el 2006 hasta el 2017 y que llegó a la conclusión que las falsas se retuitean un 70% más que las ciertas.
Lo que también descubrieron es que las fake news tienen un crecimiento en momentos de alto interés informativo, como ocurrió con el atentado del maratón de Boston en 2013, el Tercer Concilio Vaticano en 2014, los ataques terroristas de París en 2015 y las elecciones presidenciales de Estados Unidos en 2016.
Según los expertos, el problema no es que los ciudadanos voten por Trump o por el Brexit –o por cualquier otra opción– si están bien informados; el problema es que se formen sus opiniones políticas y decidan su voto engañados por noticias falsas, según señala La Vanguardia.
“Las noticias falsas parecen más novedosas y la gente es más propensa a compartir información novedosa”, declara en un comunicado Sinan Aral, coautor de la investigación.
Otro factor que pudieron identificar es que las noticias falsas apelan generalmente a las emociones, como la sorpresa y la indignación, más que los hechos duros. Esto contribuye a que se propaguen con mayor facilidad y rapidez.
Algo similar a lo que señala el filósofo y activista estadounidense Noam Chomsky, quien indica que la gente ya no cree en los hechos.
“La desilusión con las estructuras institucionales ha conducido a un punto donde la gente ya no cree en los hechos. Si no confías en nadie, por qué tienes que confiar en los hechos. Si nadie hace nada por mí, por qué he de creer en nadie”, dice en entrevista con El País.
Chomsky coloca como ejemplo la publicidad en los medios de comunicación, la que apela a las emociones y no a la información dura.
“Pensemos, por ejemplo, en los anuncios de autos. ¿Ofrecen datos sobre sus características? ¿Presentan informes realizados por entidades independientes? Porque eso sí que generaría consumidores informados capaces de tomar decisiones racionales. En cambio, lo que vemos es un coche volando, pilotado por un actor famoso”, señala.
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