Hoy, en una nueva sesión del juicio oral por el asesinato de Nibaldo Villegas, dos testigos que se encontraban pescando por el sector revelaron nuevos detalles del caso.
Los testigos afirman haber visto a Francisco Silva y Johanna Henríquez junto a la fogata en donde, según la PDI, se intentó quemar la evidencia del crimen. Además, sostienen que mientras ardían las llamas, se besaban y abrazaban viendo el fuego.
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Exequiel Castillo y Juan Pablo Herrera llegaron al sector de la playa Las Docas para disponerse a pescar. Aproximadamente a las 07:00 am se habrían encontrado con Silva y Hernández, quienes, de acuerdo con los testimonios, estaban frente a una gran fogata.
Según Exequiel, Francisco Silva se encontraba junto a una enorme fogata, de unos 3 metros de altura, mientras le arrojaba objetos al fuego «con mucha energía, con la intención de que todo se quemara».
Al lado de Silva vio, sentada dentro de un auto y en el asiento del copiloto, a Johanna Hernández. De acuerdo con el testimonio, la mujer fumaba insistentemente.
La sospecha de los testigos
Los pescadores afirman que el olor «particular» y la extensión de la fogata les llamó la atención, por lo que se quedaron pendientes de lo que sucedía, mientras esperaban a que aclarara para dirigirse a pescar.
Por su parte, Juan Pablo afirmó que «la llama era del porte de un automóvil», y que incluso «echaron la talla» por el tamaño del fuego, para después acercarse a la pareja y preguntar qué tal era la pesca en el sector.
Luego de alejarse de ellos siguieron observándolos, pues les parecía sospechosa la actitud de ambos, quienes además se preocuparon de siempre darles la espalda.
En ese momento vieron a Johanna bajarse del auto e ir donde Francisco, para besarlo y abrazarlo.
Fueron a pescar, y al volver vieron que los acusados ya se habían ido, por lo que se acercaron a abrigarse cerca de las llamas.
Ahí vieron un cuchillo carnicero a medio quemar, y recipientes de sushi (la última cena de Johanna con el profesor Nibaldo Villegas). Después se sacaron fotos con el fuego para mandárselas a sus esposas, las cuales ahora sirven de evidencia.