“Seguro se acuesta con el jefe, por eso la ascendieron”; “Ella dijo que hizo dieta, pero que te apuesto que se operó entera”… Frases como éstas son las que regularmente escuchamos entre nosotras las mujeres… Esto no quiere decir que el pelambre y la envidia no exista entre los hombres, pero, en ellos se da de una manera diferente; ya que son otras cosas las que afectan sus sensibilidades.
Como decía recién, la mayoría de las veces la envidia va ligada al “cagüin”, ya que esa rabia que se siente necesita ser derramada; para que otra persona no logre ver cómo la otra brilla por méritos propios. El éxito, el dinero, la belleza, las relaciones de parejas afianzadas y las personalidades cautivantes, solo por nombrar algunos casos, son las que hacen “hervir la sangre de algunas”; pues les recuerda que carecen de ellas.
Si nos vamos a los libros, al parecer sentir envidia no es tan antojadizo desde el punto de vista cultural. Cristina Wood, sicóloga especialista en estrés dice: “Desde pequeñas a las mujeres les dicen que se sienten bien, que se peinen, que no hablen groserías y que ante todo sean señoritas. Esas imposiciones constantes ponen presión y hacen que miren a la amiga, hermana o vecina para ver si cumple con las mismas peticiones que le hacen a ellas. Por lo tanto, se va generando como una especie de reflejo algo inconsciente”.
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La envidia
Esta respuesta sólo es una mirada del asunto, porque la misma profesional dice que al crecer y tener conciencia de que la envidia no es un sentimiento agradable de experimentar; no sería lógico quedarse en ese “lado oscuro” porque denotaría falta de amor propio, inseguridad, ansiedad por sentirse reconocido, resentimiento y otras recalcitrantes emociones que son consecuencia de tirar veneno a quien no lo merece.
No obstante, la envidia sí tiene un “lado luminoso” y es el que impulsan a esforzarte y mejorar lo que no te gusta de ti o lo que te gustaría lograr; así como también te invita a aceptar que cada cual posee sus realidades y características y que no te hacen ni peor ni mejor, solo te identifican.
¿Y qué me dicen de la envidia sana? Es envidia igual, pero si tiene su matriz, ya que sería bien raro que te fuera indiferente ver a una mina en una playa paradisíaca lejos de Coronavirus, políticos lateros, delincuentes y narcotráfico. En mi caso; por ejemplo, siento una envidia diabólica de esas periodistas que le toca viajar por el mundo entero haciendo notas y reportajes para algún medio… uffff! Inevitablemente me imagino conociendo lugares maravillosos, comidas ricas, personajes fascinantes y camas perfectas de hotel con desayunos apoteósicos… los amo!
Debemos alegrarnos por la otra
Ahora te llevo al terreno contrario, cuando tú sabes que alguien siente envidia por ti… y lo notas al toque cuando te maquillas diferente y la “yegua” te dice “ay te queda lindo, pero como que te hace ver mayor”; o si te pusiste tacos te dice, “oyeeeeee no sé cómo puedes caminar con esos zapatos”. Ah! la otra indignante es cuando muestras a tu nueva conquista un chico bien “estupendo” y sale con la frase de bronce “no me tinca ese hombre para ti, como que esconde algo”. Valoooooor. A esas alturas tienes la opción de contestar tranquilamente una ironía para que no se “las lleve pelá”; o hacer como que no escuchaste y guardar silencio que en el fondo es el que más duele porque su mala leche no generó frutos.
Como sea, la envidia de un lado o del otro, está como pasada de moda… la idea es alegrarse con que a tu amiga le vaya bien, a tu prima le llegó un buen amor y a tu compañera de pega la hayan ascendido de trabajo… Y si se acostó con el jefe o con quien sea, es su problema y no tuyo; mejor respira tu metro cuadrado y esfuérzate en huir de ese sentimiento nefasto a través de la autocrítica. Pregúntate por qué te amenaza tanto el brillo de otras y si son ellas las que te envidian a ti diles que se tiren escarcha!