Iván Arenas es probablemente uno de los animadores más queridos de todo el espectáculo chileno. El conductor, que no se considera un humorista, vive hoy una vida tranquila y sedentaria a sus 73 años.
Conocido por su querido personaje el «Profesor Rossa», Arenas conversó con La Cuarta sobre su vida actual, sus inicios y sus logros.
El programa educativo del «Profesor Rossa» saltó a la televisión durante los 80 y disparó la carrera del comunicador en el espectáculo.
«En el mismo instante en que me dijeron ‘ya’, pensé: ‘Puta, ¿qué haré?, tengo la idea nomás’. Fue tan inmediato. Bajé corriendo por las escaleras en el canal 4, y había ropa que todos cooperaban, como un rincón de cachureos. Encontré un frac y una peluca rosada. Me puse la peluca, había un espejo. Lo encontré de lo más ridículo«, recordó Arenas.
Y agregó: «Me pinté los bigotes y las cejas. ‘¿Y cómo vas a llamar al personaje?’, me preguntaron. ‘No sé… como voy a enseñar cosas: ‘Profesor’, y ‘Rosa’ por el color; pero agreguémosle una ‘s’ para que no parezca ‘rosa’ de flor, sino de apellido, como italiano’«.
«Yo voy a morir por eso, pero me da lo mismo»
A sus 73 años, el presentador ha sufrido cuatro infartos a lo largo de su vida. El primero fue a sus 31 años y último fue el año 2019. Además, fue diagnosticado con cáncer de colon en 2020.
«Mi papá murió de un infarto, y joven, con 63… menos mal que yo lo pasé, jaja. Mi hermano tiene tres bypass, yo tengo tres stents (coronarios), tengo un sobrino con trasplante de corazón y mi abuela murió de eso», reveló el «Profesor Rossa».
«Yo voy a morir por eso, ya sé que voy a morir de la cuchara… pero me da lo mismo; creo que ya cumplí en la vida», sentenció.
«Tengo 73 años… no hay nada qué hacer. Eso es lo penca de esta cuestión… ¿Qué haces ya a esta edad? Ya tienes casa, auto y viajas… ¿Qué más quieres? No quiero ni una hueá más«, agregó.
El animador no se aferra a la vida. No le interesa dejar de ser sedentario, salir más de casa o «dejar de comer pernil» porque le haga mal.
«Quiero que me cremen… una buena idea (…) Sino que me tiren al (lago) Rapel», señaló Arenas.
Y sentenció: «No creo en nada después de la muerte. No creo en el alma, en el espíritu, en las penaduras, cementerios ni nada».
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