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La gente feliz las 24 horas me genera sospecha, jajaja, es cierto ¿Quién no se enoja en algún momento del día y quiere mandar a la punta del cerro a alguien o irse uno mismo? Es que los seres humanos estamos llenos de emociones y sentimientos entonces no me puede ser indiferente cuando estoy a punto de que salga un proyecto en el que me esforcé mil y me dicen que eligieron otro.
Obvio que me voy a bajonear, me va a dar rabia y seguro lloraré de impotencia porque había una ilusión implícita y por supuesto mucho trabajo. ¿¿¿¿Ahora me voy a llenar de cólera cuando llegue alguien y en ese minuto me diga “es para mejor”, queeeeee????
Está bien tener un alma motivada, pero déjenme vivir mi dolor y no me vengan con frases hechas llenas de nada. Ya me levantaré y veré los colores, este es mi minuto gris y lo dejo fluir con todo lo que implica.
Cada 20 de marzo, el mundo celebra el Día Internacional de la Felicidad, una iniciativa impulsada por la ONU en 2012 con el propósito de reconocer la importancia de la felicidad y el bienestar como aspiraciones universales. Sin embargo, en un mundo obsesionado con la alegría constante, psicólogos advierten sobre los peligros del positivismo tóxico: una cultura que impone la obligación de sentirse bien en todo momento, minimizando el dolor y la complejidad emocional de la vida.
¿Qué es el positivismo tóxico?
Desde la psicología, el positivismo tóxico se define como la tendencia a imponer actitudes optimistas de manera extrema, negando o invalidando emociones negativas. Si bien el pensamiento positivo puede ser una herramienta útil para afrontar la adversidad, su uso indiscriminado puede resultar perjudicial.
La psicóloga Whitney Goodman, autora del libro Toxic Positivity: Keeping It Real in a World Obsessed with Being Happy, señala que esta mentalidad ignora la autenticidad emocional, haciendo que las personas sientan culpa por experimentar tristeza, enojo o ansiedad. En su obra, publicada en 2022, explica cómo la sociedad ha promovido un ideal de felicidad inalcanzable que obliga a las personas a ocultar sus emociones reales.
El concepto de positividad tóxica no es nuevo. Desde la década de 1950, la psicología ha estudiado cómo el pensamiento positivo puede derivar en negación emocional. Sin embargo, con la llegada de las redes sociales y la cultura del “good vibes only”, esta tendencia ha alcanzado un punto crítico.
Las consecuencias de la felicidad forzada
Obligar a las personas a ser positivas todo el tiempo puede generar efectos adversos en su bienestar psicológico. Entre las consecuencias más comunes del positivismo tóxico se encuentran:
- Represión emocional: Al invalidar sentimientos negativos, las personas dejan de procesar sus emociones de manera saludable, acumulando estrés y ansiedad.
- Sentimiento de culpa: Quienes experimentan tristeza o frustración pueden sentirse avergonzados por no estar “agradecidos” o “felices” todo el tiempo.
- Aislamiento social: Al no encontrar un espacio seguro para expresar sus emociones, muchas personas se retraen y evitan compartir sus problemas.
- Estrés y agotamiento: Mantener una fachada de felicidad constante requiere un esfuerzo mental agotador, lo que puede llevar a la fatiga emocional.
La psicología positiva, desarrollada por Martin Seligman en los años 90, ha sido una herramienta valiosa para mejorar la calidad de vida de muchas personas. Sin embargo, la distorsión de este enfoque ha llevado a una cultura donde la tristeza se considera un fracaso personal.
¿Dónde se manifiesta el positivismo tóxico?
El positivismo tóxico no solo está presente en el ámbito personal, sino que también se infiltra en entornos laborales, redes sociales e incluso en la medicina. Algunos de los espacios donde es más visible incluyen:
- Redes sociales: Frases como “Si quieres, puedes” o “Todo pasa por algo” inundan plataformas como Instagram y TikTok, promoviendo la idea de que cualquier problema puede resolverse con actitud positiva.
- Trabajo: En muchas empresas, se exige mantener una actitud optimista sin importar la carga laboral o el nivel de estrés, generando un ambiente donde las preocupaciones son vistas como debilidad.
- Salud mental y enfermedades crónicas: A pacientes con depresión o enfermedades graves se les dice que “todo está en su mente” o que “ser positivo ayuda a sanar”, invalidando su experiencia real.
- Círculos familiares y amistosos: Frases como “Podría ser peor” o “No te quejes, hay gente que está peor que tú” minimizan los sentimientos de quienes buscan apoyo.
¿Cómo identificar a una persona con positivismo tóxico?
Las personas que promueven este tipo de pensamiento suelen actuar de manera similar:
- Invalida emociones negativas: Responde a la tristeza con frases como “No pienses en eso” en lugar de ofrecer apoyo real.
- Evita conversaciones difíciles: Cambia de tema cuando alguien expresa una preocupación o problema.
- Juzga a quienes no son felices todo el tiempo: Considera que la tristeza o la frustración son signos de debilidad.
- Promueve una felicidad superficial: Exagera su optimismo y espera que los demás hagan lo mismo.
- Algunas frases típicas del positivismo tóxico incluyen:
- “Todo pasa por algo, confía en el universo.”
- “Podría ser peor, al menos no estás en una situación peor.”
- “No te enfoques en lo malo, sé feliz.”
- “No llores, sonría más.”
- “Si piensas en positivo, todo se arreglará solo.”
- Aunque puedan parecer inofensivas, estas expresiones pueden hacer que una persona se sienta incomprendida y aislada.
¿Cómo alejarse de la positividad tóxica?
Evitar caer en esta mentalidad o alejarse de personas que la promueven requiere consciencia y límites saludables. Algunas estrategias incluyen:
- Validar las emociones propias y ajenas: Aceptar que la tristeza, la rabia y la frustración son parte de la vida y no hay nada de malo en sentirlas.
- Evitar la autoexigencia emocional: No forzarse a estar feliz cuando no se siente así.
- Cuestionar discursos de felicidad absoluta: Reflexionar sobre los mensajes que promueven las redes sociales y otros medios.
- Rodearse de personas que validen las emociones: Buscar círculos de apoyo donde se pueda hablar abiertamente sin juicios.
- Poner límites a quienes minimizan los sentimientos: Si alguien insiste en imponer su optimismo de forma tóxica, es válido establecer límites o reducir el contacto con esa persona.
El equilibrio entre optimismo y realismo
La felicidad es un objetivo legítimo, pero no debe ser una imposición. La clave está en encontrar un equilibrio entre el optimismo y la aceptación de las emociones reales. Ser positivo no significa negar el dolor, sino afrontarlo con herramientas adecuadas.
El Día Internacional de la Felicidad nos recuerda la importancia del bienestar, pero también nos invita a reflexionar sobre cómo construimos esa felicidad. Más que perseguir una alegría artificial, el reto está en permitirnos vivir todas las emociones de manera auténtica.
Ser feliz no es estar bien todo el tiempo, sino aprender a navegar por la vida con todas sus luces y sombras.
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